Desde Cabimas, su ciudad natal, hasta Buenos Aires, cada trazo del artista plástico venezolano José Antonio Perozo —mejor conocido como JAP— guarda un pedazo de su historia. Sus pinturas no solo cuentan su vida de migrante; son mapas de resiliencia donde el puntillismo se encuentra con el collage, la abstracción se enreda con el simbolismo, y las capas de color y textura funcionan como ecos de recuerdos, emociones y caminos recorridos.
Nació en 1981 y, aunque desde los 12 años de edad mostró interés por la pintura, su vida académica y profesional lo llevó a estudiar Derecho. “Me gradué de abogado en 2006 en la Universidad del Zulia (LUZ) e inmediatamente me mudé a Caracas, donde comencé a trabajar”, cuenta en entrevista para El Diario desde su departamento en Palermo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Argentina.

“Siempre conseguí empleo rápido porque no podía estar sin él; ya debía mantener a mi mamá”, agrega. Sin embargo, el arte nunca desapareció completamente de su vida. Durante la adolescencia también escribió poemas, aunque reconoce que nunca los publicó: “Siento que la escritura debe tener cierto conocimiento, cierta prosa, cierta semántica”.
La transformación al lienzo
Emigrar marcó un antes y un después en su trayectoria artística. En 2018, tras el colapso de su cartera de clientes en Venezuela debido a que todos se habían ido del país, JAP se trasladó a Argentina, un cambio que define como emocionalmente complejo.
“Comenzar desde cero cuando no eres nada por acá, eso me costó muchísimo. Ese desapego para mí fue lo peor”. La distancia de su familia, de su mamá, tía y abuela (sus tres “madres”) y de su país se sumó a una etapa de depresión profunda en 2022, que detuvo su producción artística durante dos años. “Caí en una fase donde no me aceptaba, sentía que no quería salir. Mis pinturas llegan hasta 2022 y se reactivan en 2024”, confiesa.
Fue durante la pandemia que el artista autodidacta retomó la pintura con una intensidad transformadora. La primera obra que realizó en Argentina se titula Resiliencia (2020), un lienzo construido sobre materiales reciclados debido a que estaba todo cerrado por la pandemia de covid-19. En el centro de la obra se advierte una figura humana que parece sujetar y soltar al mismo tiempo.
Resiliencia —según comenta— representa la dualidad del migrante: aferrarse al pasado y al mismo tiempo dejarlo ir, explica. La obra, densa y caótica en textura, se convirtió en un espejo de su propio proceso emocional, ya que usó el collage como metáfora del cuerpo roto y luego recompuesto.
Piezas como Sendas (2020) exploran un tránsito más espiritual y en conexión con el cosmos, con líneas curvas que se entrelazan y sugieren continuidad. “Cuando pintaba esta, pensaba en el lienzo como un universo, que todo giraba alrededor del Sol. La línea amarilla, por ejemplo, viene del universo, entra por la ventana, sale y regresa nuevamente, pero todas cumplen como un ciclo”, apunta.

En 2021, realizó una pintura inspirada en el Cerro Uritorco, la montaña mística de Córdoba asociada a leyendas y avistamientos ovnis. Al principio, cuenta, la pieza le pareció “demasiado romántica”, por lo que decidió intervenirla con su propio lenguaje plástico: incorporó colores flúor, texturas y su sello de puntillismo, además de yerba mate como material pictórico, lo que le aporta una superficie orgánica y un guiño simbólico a lo local.
Desde ese momento, su estilo se consolidó como una fusión entre puntillismo, abstracción, simbolismo y collage.

Puntillismo contra las cúpulas
La pulsión de JAP no se limita a lo introspectivo. Con Cúpulas de Poder (30×40 cm, acrílico, puntillismo, 2025) aborda el poder y la política.
“Se llama Cúpulas de Poder porque pienso que las cúpulas son lo que manejan este mundo. En este tiempo de guerra, hay demasiada guerra que es manejada por las cúpulas”, explica. La obra, que combina la precisión del puntillismo con un fondo rojo intenso y goteos que parecen sangre, nació como una pintura protesta.

Pero, agrega JAP, también fue una experiencia transformadora. “No pretendo salvar el mundo con una pintura, pero sí registrar este momento de mi historia y decidí hacerlo a través de esta obra de arte”.
El laboratorio del artista
JAP también comparte su proceso creativo. Por ejemplo, actualmente se encuentra trabajando en una obra iniciada en septiembre sobre un lienzo de 120 x 2 metros. Las líneas rojas sobre un fondo oscuro forman una estructura orgánica que recuerda un cuerpo o una red vascular.
“De eso se trata el arte de experimentar, romper reglas y manuales. Los grandes cambios en la historia del arte se suscitaron por hombres que se atrevieron y sin pensarlo crearon nuevos movimientos y vanguardias artísticas”, comenta sobre su enfoque.

Su departamento funciona como su taller y el espacio que es testigo de su proceso creativo: hay obras en todas las áreas de la casa. En las escaleras, líneas y abstracciones sugieren ideas por concretar; en el comedor, cuadros que rota según las exposiciones; y en el dormitorio, réplicas de piezas extraviadas —un león, unos globos y un ángel con un corazón— cuando las prestó.
Incluso el baño es una extensión de su imaginación: el techo luce un mural estilo marroquí pintado en acrílico —una composición de 2,30 por 1 metro— que convierte el pequeño toilette en un fragmento de galería.
Exposiciones y reconocimiento
Su trayectoria en Argentina ha sido vertiginosa. Tras Colores al emigrar (2025), su primera exposición individual en el Centro Venezolano-Argentino Araguaney en agosto, siguieron presentaciones por distintos espacios de CABA como el Palacio Barolo (Gestión Arte), el Palacio Balcarce, Cultura Viva, Teatro del Globo y el Hotel Grand Brizzo Bel Air. Cada exposición ha sido una oportunidad de mostrar tanto su arte como su historia de migrante y superación.
Su obra Autorretrato Incorrecto fue seleccionada entre 135 piezas para el festival de arte Pintar12 en Centro Cultura Viva, Buenos Aires, el 24 de septiembre. En Instagram, JAP describió esta pieza como “un largo viaje de abogado a artista, la resiliencia y transformación que he tenido como humano”. El ojo con tres lágrimas simboliza su proceso migratorio, el desapego a lo material, las muertes de familiares y el adiós a su profesión.

La lengua “mocha” alude a su tartamudez infantil —disminuida gracias a su profesión—; la oreja con la imagen de un feto representa su “niño interior”, que le dio fuerza en su etapa de depresión; y la balanza de la justicia caída sobre una alfombra de dameros marca el fin de su vida anterior y el inicio como artista.
Para la Noche de los Museos 2025, que se llevará a cabo el 8 de noviembre en Buenos Aires, JAP planea llevar su arte a la calle: “Quiero implementarlo por acá. Esa noche hay filas interminables para entrar a galerías y museos. Entonces estoy planificando, junto a un grupo de artistas, un recorrido por los principales centros culturales. Seremos unos 25 artistas, todos uniformados con una remera (camiseta) blanca, cada uno con una pieza pequeña, para que la gente pueda ver el arte en la calle mientras espera para ingresar a los museos”, cuenta.

Su intención va más allá de la visibilidad: “Quiero que el arte salga de las galerías y los museos, que sea más accesible. Siento que el arte es para todos. Nada de esnobismo, nada de esas cúpulas inalcanzables… El arte está en todos lados, en la vida y en los colores. Eso es lo que queremos mostrar”.
Proyección internacional y proceso creativo
Además, JAP proyecta su obra más allá de Argentina. En sus redes sociales, menciona ciudades como Madrid, París, Nueva York, Tokio y Milán, buscando que sus piezas lleguen a audiencias y galerías internacionales: “Lo importante es estar dentro del mazo de cartas. Algún día va a salir la tuya”, destaca.
Por otra parte, expresó su deseo de mostrar sus obras en alguna galería de Caracas y no descartara viajar a su país natal. “Si se da la oportunidad de presentarme en Venezuela, viajaría sin problema. Sería una exposición emotiva, con llanto”.

Para JAP, el arte no está separado de la vida cotidiana. Frente a su obra que aún no ha terminado se ve a sí mismo dentro del proceso creativo. Inspirado por grandes maestros como Dalí, Klimt y Monet, germinan en sus bocetos y cuadernos ideas que luego se traducen en color, textura y collage, revelando un método creativo meticuloso y orgánico.
Sus pinturas extensas y diversas son el testimonio de su vida, su historia y su mirada sobre el mundo. Desde la abstracción hasta la figuración, desde lo político hasta lo espiritual, ha convertido cada obra en un puente hacia la emoción y la reflexión.

Aunque no ha estudiado arte formalmente, ha aprendido técnicas de pintores históricos y actuales a través de clases en línea, y desarrolla cada obra de manera intuitiva, cuidando la composición y los colores según su propio criterio. Como él mismo dice: “Mis pinturas están llegando y producen una sensación de alegría o tristeza… si eso lo logro, significa que lo estoy haciendo bien”.
La entrada JAP, el venezolano que convierte la experiencia migrante en arte desde Argentina se publicó primero en El Diario.
