La pasión por la enseñanza y la música ha llevado a Karen Velásquez a convertirse en una figura destacada dentro de la escena cultural de Roma, Italia. Desde hace seis años dirige Il Violino Colorato, un proyecto dedicado a la educación musical inclusiva, inspirado en su experiencia en el Sistema de Orquestas de Venezuela.
En 2020, la iniciativa pasó a formar parte de la Bienal de Venecia, donde su equipo realiza talleres musicales inmersivos en el marco de la Bienal de Arte y el Carnaval de los Niños y Jóvenes (Carnevale dei Ragazzi).
En estos espacios, conocidos como laboratorios, los niños —principalmente de la región del Véneto— no pintan: hacen música con el arte. A partir de obras con temáticas como la inmigración o La noche estrellada de Van Gogh, el equipo de Il Violino Colorato crea una atmósfera sonora para que los participantes exploren la conexión entre el color, el sonido y la emoción.
“Los niños entran a una sala llena de instrumentos de colores. Cada nota tiene un color y ellos aprenden rapidito con los colores”, dijo Velásquez en una entrevista exclusiva con El Diario.

Explicó que la experiencia consiste en marcar las cuerdas de los violines y otros instrumentos con colores, de modo que los niños sigan las instrucciones visuales mientras tocan.
“Todo es música: cantan, se mueven, tocan el violín (…) Ellos entran sin saber música y salen con conocimiento de las notas musicales, cuáles son los colores, cómo se agarra el arco. Todo eso lo hacemos en más de una hora”, agregó.
Velásquez precisó que es la única venezolana en el staff de los laboratorios educacionales de la Bienal, un trabajo que ha desempeñado de forma ininterrumpida durante cinco años.
Las habilidades de Karen Velásquez para enseñar a los niños
Karen contó que sus habilidades han ido más allá de la música: ha aprendido a usar el color y la sinestesia como herramientas para enseñar violín a niños y adultos, una experiencia que ha sido reconocida e invitada por la Bienal de Venecia.
Velásquez, de 38 años de edad, es originaria de Puerto Cabello, estado Carabobo, aunque parte de su formación la realizó en Caracas, donde estudió en la Universidad Central de Venezuela y en el Conservatorio Simón Bolívar. Su vínculo con la enseñanza musical comenzó a temprana edad, en su pueblo natal, El Cambur.

“Empecé a dar clases a los 15 años de edad, donde formé a un grupo de niños con el apoyo de toda la comunidad”, recordó Velásquez.
Posteriormente, en Caracas, se incorporó al Sistema de Orquestas, formando parte de agrupaciones como la Juvenil de Chacao y la Juvenil de Caracas. Más tarde, dirigió orquestas preinfantiles e infantiles. En 2010, una delegación italiana la invitó a trasladarse a Italia para trabajar en la creación de un proyecto musical desde cero.
Los inicios en un país y contexto musical diferente
El cambio de entorno llevó a Velásquez a idear un nuevo método que le permitiera conectar con los niños italianos a los que enseñaba.
“El sistema como tal, lo que yo hacía con los niños, no me daba el resultado que yo quería a nivel musical, por lo que empecé a estudiar toda la parte de neurociencia de cómo estudiar la memoria”, comentó.
Su investigación la llevó a incorporar elementos visuales y kinestésicos en sus clases, hasta que un doctor en música y neurociencia le sugirió enfocar su trabajo en la sinestesia. Así nació la base de su proyecto, cuyo nombre surgió de forma espontánea.

“La directora del colegio me dijo: ‘tú lo que haces es agarrar el violín y llenarlo de colores’. No fue un nombre que yo inventé, sino que me lo pusieron en la escuela (donde estaba anteriormente)”, contó.
Fundado en 2019, Il Violino Colorato se adaptó a la cultura italiana y se centra en el uso del violín como medio de aprendizaje sensorial. Aunque en un principio estaba dirigido a niños desde los tres años, su impacto ha hecho que también se sumen adolescentes y adultos.
¿Cómo funciona Il Violino Colorato?
Velásquez contó que, gracias a una campaña de donaciones impulsada durante la pandemia de covid-19, logró recolectar violines que hoy son utilizados por sus estudiantes. Este sistema permite que los más pequeños cambien de instrumento a medida que crecen, sin costo adicional para las familias.
Además, el proyecto se sostiene mediante autogestión, que incluye el ahorro colectivo para conciertos, viajes y festivales. También ofrece cuotas flexibles según las posibilidades económicas de cada familia, manteniendo como principio que “todo el mundo aprenda”.

“A diferencia de otros modelos, el proyecto fomenta la participación activa de los padres, quienes asisten, comparten y participan en clases especiales con sus hijos. Es un proyecto muy inclusivo”, subrayó Velásquez.
La venezolana recalcó que la filosofía de Il Violino Colorato también se ha extendido internacionalmente a través de giras y festivales con proyectos aliados que comparten su visión.
En 2024, el equipo realizó un gran festival en Panamá, donde 214 niños se unieron a cinco proyectos locales. Un año antes, colaboraron con dos conservatorios en París.
Estos intercambios, junto con su participación en la Bienal, permiten que los estudiantes romanos vivan la experiencia de tocar ante públicos y niños de distintas partes del mundo, en un proceso donde la familia juega un papel fundamental.
“Nuestra misión con los talleres es sembrar en el niño ese amor a la música, al arte y que tenga un primer contacto y acercamiento. Ese es el objetivo, que ellos se acerquen a esa parte musical y artística desde chiquititos”, expresó Velásquez.

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