Cuando hace unos días el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, denunció en X al Departamento de Estado y a su secretario, el “corrupto y mentiroso compulsivo” Marco Rubio, el cubanoamericano no gastó muchas palabras en elaborar una respuesta de vuelta. Rubio agarró el mensaje donde el funcionario condenaba “los falsos pretextos” para justificar una invasión militar en Venezuela, y lo compartió con el gift que creyó más pertinente para su réplica: el rostro de un payaso, tildando así de bufona a la diplomacia cubana. A las piedras lanzadas desde Washington y La Habana se sumó la del congresista Carlos A. Giménez, con un aviso mucho más directo, en un momento de escalada militar en el Caribe. “Bruno, cuidado, que el barco puede zarpar e ir por todos ustedes los esbirros narcoterroristas de la dictadura asesina en Cuba”, le dejó saber.
