Por fin, más de 100 días después del inicio del despliegue naval estadounidense en el Caribe, Trump anunció su decisión de pasar de los ataques marítimos a los terrestres. Los objetivos iniciales, adelantó, están en Venezuela, aunque también amenazó a Colombia y a cualquier país que produzca o trafique drogas. “Acabaremos con esos hijos de perra”, sentenció, imprimiendo a su declaración ese toque camorrero que es su marca de fábrica. Así, la crisis llegó a su punto más álgido. Se sabe que algo va a pasar, pero no qué, cuándo ni cómo. Pero, incluso como ejercicio retórico, sigue siendo válido preguntarse si una acción militar —sea con tropas o ataques quirúrgicos— contra Venezuela y otros países latinoamericanos es realmente inevitable.
